Sunday, January 15, 2012

La guerra no declarada contra Irán

El asesinato de otro científico tensa aún más las relaciones con EE UU e Israel y puede llevar al régimen a responder con la misma moneda.

La tensión en el Golfo Pérsico, una zona geoestratégica mundial ha crecido en los últimos días. Primero fueron las amenazas del régimen iraní de cerrar el estrecho de Ormuz por el que circula el 40% del transporte marítimo mundial de crudo. Y ahora el asesinato de un científico nuclear iraní ha puesto en evidencia algo que ya se sabía: la guerra encubierta que, organizada según todos los indicios por Estados Unidos e Israel, se libra contra el programa nuclear de Mahmud Ahmadineyad.

El pasado miércoles el experto químico Mostafá Ahmadi-Roshan se encontraba en el interior de su pequeño Peugeout, cuando se le acercaron dos desconocidos en motocicleta que colocaron una bomba-lapa en su vehículo. El científico murió instantáneamente en la explosión. Su conductor lo hacía poco después a causa de las heridas. Roshan, de 32 años, era director adjunto de la instalación de Natanz, ubicada unos 200 kilómetros al sur de Teherán. La planta es el centro neurálgico del proceso de enriquecimiento de uranio que desarrolla el régimen y está en condiciones de albergar hasta 50.000 centrífugas supersónicas. Hace unos días, el Gobierno iraní anunció el inicio de un nuevo proceso de enriquecimiento de uranio -material base de las bombas nucleares- en la planta de Fordo, a 160 kilómetros de la capital.

Las autoridades iraníes salieron de inmediato a responsabilizar a Israel y a Estados Unidos de esta última muerte, que se produjo menos de dos meses después de una sospechosa explosión en una base de misiles, donde murieron un alto general y 16 personas más. En Tel Aviv no ha habido comentario y Washington ha negado toda relación con el asesinato. El ministro de Defensa de EE UU ha soltado un sibilino comentario: “Tenemos algunas ideas sobre quién podría estar implicado”.

La historia se repite
No es la primera vez que un científico iraní fallece en extrañas circunstancias. En los últimos dos años, ha sucedido hasta en cuatro ocasiones y siempre con el mismo modus operandi: la colocación de una bomba al paso de su vehículo. En enero de 2010, una detonación similar mató al profesor de la Universidad de Teherán Massoud Ali Mohammadi, que falleció cuando una moto-bomba estalló cerca de su vehículo. Meses después, en noviembre del mismo año, un par de ataques consecutivos con explosivos en diferentes barrios de Teherán mataron al científico nuclear Majid Shahriari e hirieron a Fereidoun Abbasi, quien fue nombrado casi de inmediato director de la Organización de Energía Atómica de Irán. El atentado más reciente fue en julio de 2011, cuando el científico Dariush Rezainejad murió a balazos por desconocidos que iban en moto en Teherán.

Explosiones, secuestros, ciberataques y deserciones que han conseguido retrasar los plazos en los que Irán podría contar con la bomba atómica. Hasta ahora, el régimen de Ahmadineyad no ha respondido a estos ataques más que a viva voz. Pero esta última muerte podría colmar el vaso y causar que la poderosa agencia de inteligencia iraní, Etilaat, y la fuerza de élite Quds de los Guardias Revolucionarios lleven a cabo algunos ataques en el exterior.

La atención está ahora centrada en el próximo Consejo de Ministros de la UE, que se celebrará el 23 de enero y que pretende tomar una decisión sobre las nuevas sanciones contra Irán y un eventual embargo por su programa nuclear.

ABC.es

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