Monday, October 20, 2008

Anexión de Facto a EU la “Sociedad Para la Seguridad y Prosperidad”

Cuando por la visita del equipo de transición de Felipe Calderón a Washington se filtró que se había tratado la futura privatización del sector energético mexicano, como parte de las “reformas estructurales” que no pudo efectuar el foxismo, de inmediato salieron por todos lados negativas oficiales tan airadas como poco convincentes.
Casi al mismo tiempo, Calderón decidía reactivar el menguado proyecto Plan Puebla-Panamá que tanta atención mereció por Vicente Fox al principio de su sexenio, cuando nombró incluso un responsable reportando directamente a Los Pinos, Florencio Salazar Adame, hasta que ante los remilgos de Bush para conceder la famosa “enchilada” migratoria –amnistía y legalización de todos los indocumentados mexicanos en Estados Unidos– Fox fue dejando rezagado tal proyecto y de plano lo pospuso, sin cancelarlo.
El 23 de marzo del 2005, en plena efervescencia por el desafuero de Andrés Manuel López Obrador, Fox viajó a Waco, Texas, al rancho de Bush, para firmar con éste y el premier canadiense el acuerdo para borrar de hecho las fronteras actuales, de modo que la nueva Unión Norteamericana (NAU, sus siglas en inglés) llegue hasta el Suchiate, frontera con Guatemala. De esa forma, se concretaría geopolíticamente el Tratado de Libre Comercio firmado por Salinas y que constituyó la entrega económica de México a Estados Unidos. En el esquema de estos acuerdos trilaterales, López Obrador resultaba poco propicio como gobernante del país, dada su ideología nacionalista y forma de ser y actuar, poco "comprensiva" a la globalización. En suma, era un estorbo para los planes de la NAU.
En previsión de la puesta en marcha de ese acuerdo para la Seguridad y Prosperidad, o NAU, que de hecho es una entrega de México a Estados Unidos en condiciones todavía desconocidas, Fox anduvo por Centroamérica preparando el relanzamiento del Plan Puebla-Panamá, mediante el acuerdo bilateral para construir una refinería en Centroamérica supuestamente con aportación parcial mexicana para procesar el petróleo mexicano. Como siempre, “candil de la calle, oscuridad de la casa”.
Poco después de las visitas de Calderón y su equipo a Washington, se hizo gran alharaca con la llegada de Agustín Carstens, alto funcionario del FMI, presentándolo como un enorme éxito de Calderón y deslizando la idea de que este personaje resolvería los problemas económicos que dejaba Gil Díaz, no sólo por su experiencia en el Fondo Monetario Internacional, sino por la confianza que generaba entre los inversionistas. Era, públicamente celebrado, otro paso más hacia el Primer Mundo económico.
Luego, como avanzada del presidente impuesto, viajó una delegación legislativa encabezada por Santiago Creel, quien comenzó a hablar de crear el Parlamento de América del Norte, con los tres socios del TLC: Estados Unidos, Canadá y México, en una pretendida copia del Parlamento Europeo, lo que activó la alerta en Blogotitlán.
Empezaban a juntarse las coincidencias.
Parecen hechos aislados, pero no lo son. Es un plan malévolo, destinado a garantizar mayores ganancias para la plutocracia norteamericana, que tiene sometida a la plutocracia mexicana.
No obstante la insistencia en presentar todos estos acontecimientos de manera casual e inconexa, productos de la diplomática atención normal entre vecinos, la verdad es que obedecen a un proyecto hegemónico diseñado en Washington, denominado “Conformación de una Comunidad Norteamericana”, preparado por el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR, Council on Foreign Relations) de los Estados Unidos, supuestamente para garantizar la seguridad interior de la Unión Americana y propiciar un desarrollo “compartido”.
En este CFR, desde siempre, han predominado los más poderosos banqueros de Estados Unidos –como JP Morgan, David Rockefeller, de los más conocidos– que imponen su visión del mundo a los demás representantes de la plutocracia norteamericana, políticos, congresistas, altos funcionarios gubernamentales y directores de la CIA, y de ahí, mediante la presión financiera y diplomática, se la imponen a todo el mundo, mediante grupos de trabajo en que incorporan a los representantes de la plutocracia de cada país del orbe.
Por ejemplo, por México participan actualmente en el grupo de trabajo para el proyecto de la Comunidad o Unión de Norteamérica: Alfonso de Angoitia, vicepresidente de Finanzas de Televisa; Pedro Aspe, secretario de Hacienda con Salinas; Luis de la Calle, negociador del TLC y luego subsecretario del zedillato en lo que hoy es Economía; Rafael Fernández de Castro, del ITAM y editor de Foreign Affairs en Español; Ramón Alberto Garza, fundador del periódico Reforma y hoy Presidente de Editorial Televisa; Carlos Heredia, asesor de Lázaro Cárdenas Batel, el hijo de Cuauhtémoc; Beatriz Paredes, derrotada candidata al Gobierno del Distrito Federal; Andrés Rozental, medio hermano de Jorge Castañeda, otro traidor a México; Luis Rubio, presidente del CIDAC, supuestamente dedicada a la investigación de temas políticos y económicos, quien fuera Director de Planeación del Citibank en México. Todos representantes de la plutocracia mexicana, con pretensiones imperiales.
Todos ellos, junto con los participantes por Estados Unidos y Canadá, son coordinados por Chappel H. Lawson, catedrático del MIT y ex director de Asuntos Interamericanos del Consejo Nacional de Seguridad, la coordinación de todo el espionaje y contraespionaje de los Estados Unidos.
En el CFR, mediante sus grupos de trabajo (Task Force, le llaman), disponen el trazo general de la acción gubernamental y legislativa estadounidense, en una viciada simbiosis inversión-beneficio de banqueros y clase política: los grandes capitalistas financian al gobierno, para que el gobierno proteja y aumente sus ganancias.
Y como desde hace varias décadas el petróleo mexicano ha sido un manjar apetecido para los fines hegemónicos de la Unión Americana, el CFR conformó un Grupo de Trabajo para la integración económica, política y territorial de México con Estados Unidos, aprovechando el arribo al poder de la tecnocracia mexicana educada bajo los patrones o estándares norteamericanos.
Aunque el documento del CFR con el proyecto de la Comunidad Norteamericana se publicó en el 2005 y sirvió de contexto al acuerdo de integración territorial firmado en Waco, el plan había comenzado a esbozarse años antes, y en el 2000 inició su aterrizaje cuando se reunieron los presidentes Bush y Fox en el rancho de San Cristóbal, para impulsar los trabajos del grupo especial creado por el CFR.
En Texas y ya con la participación del primer ministro canadiense se acordó la conformación de la NAU, un solo territorio hasta el Río Suchiate que hoy sirve de frontera con Guatemala, vigilado y controlado desde Washington.
El único de los tres mandatarios firmantes del acuerdo que no tenía idea de lo que se había estado cocinando era Fox, hasta que Zedillo le participó los planes que ya se habían iniciado.
La famosa “transición” hoy parece una cortina de humo para impulsarlo y, a su vez, el Plan Puebla-Panamá serviría de guía política y pretexto comercial para justificar la anexión de facto de México a los Estados Unidos, para de ahí continuar con los países más débiles de Centroamérica. No en balde fueron los que apoyaban todas las locuras de Fox en el ámbito internacional.
Y para darle contexto a estos planes hegemónicos, productos de un diseño previo, premeditado, no de alguna ocurrencia o improvisación espontánea, es bueno recordar unas palabras de Paul Warburg, creador de la Reserva Federal, ante el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), en 1950: “Debemos tener el gobierno mundial, nos guste o no. La única duda es si lograremos el gobierno mundial mediante conquista o convencimiento”. Hoy ya saben cómo: preparando cuadros nuevos, mentalmente condicionados, que ocupen posiciones de liderazgo en cada país (por la buena o por la mala, como ha sucedido desde Salinas) y minen sus estructuras nacionales.
El mismo CFR en su memoria de 1976, página 558, vaticinó: “Se erigirá un nuevo orden mundial... el fin de la soberanía nacional se logrará mejor socavándola poco a poco, que con un ataque frontal a la antigua”. Tal como se puede comprobar a la fecha.
El Dr. Jerome Corsi, quien realizó una profunda investigación sobre el tema de la próxima Comunidad o Unión de Norteamérica, al respecto señaló: “La Sociedad para la Seguridad y Prosperidad (SPP, por sus siglas en inglés), firmada por el Presidente Bush con México y Canadá en Waco, Texas, el 23 de marzo de 2005, en esencia fue un acuerdo para borrar nuestras fronteras con México y Canadá. Los grupos de trabajo de SPP integrados dentro del Departamento de Transportes de los Estados Unidos, están firmando memoranda trilaterales de entendimiento y otros acuerdos con México y Canadá, destinados a lograr la apertura gradual de fronteras, burlando el radar de la atención mediática (de Estados Unidos), para evitar de ese modo el escrutinio público. El Congreso tiene un gran desconocimiento de la existencia del SPP, y se mantiene ignorante del enorme trabajo realizado tras bambalinas por el poder ejecutivo, para imponer la agenda preparada por el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR) con el fin de establecer, en el 2010, la Unión Norteamericana como un nuevo súper gobierno regional”.
La estrategia integradora del CFR pide “fronteras más abiertas para el tránsito de bienes y personas”... obviamente controladas por los Estados Unidos, que determinarán quién entra y quién sale del nuevo territorio expandido. El gobierno de la nueva Unión Norteamericana se ejercería desde la Casa Blanca, por lo que Los Pinos sería una mera sucursal de segunda, si acaso.
Y pensar que desde Salinas de Gortari, todos los presidentes de la República juraron respetar y hacer respetar la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos –que establece, claramente, lo que es el territorio soberano de la nación mexicana–, pero que, en realidad, actúan contra ella y socavan sus instituciones, para entregar el país –pedazo a pedazo– a sus amos estadounidenses.
Lo peor es que el Ejército, supuestamente formado en un alto sentido del patriotismo –aunque algunos mandos superiores fueron también educados en Estados Unidos y condicionados con los enfoques imperialistas del mundo–, protege a quienes insisten en acabar con la Patria, entregándola en desechos a los buitres estadounidenses. Para esos militares (con el Estado Mayor Presidencial a la cabeza y también con sus muy dignas y honrosas excepciones), proteger al gobierno es defender la Patria, cuando México, antes que nada, somos sus ciudadanos que le damos la razón de ser. ¡Qué engañados están por no leer ni enterarse más que de lo poco que sus mandos les permiten!
Pobre México con esos poderes “institucionales”. Tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos.
Afortunadamente, México tiene todavía muchos “renegados”, ciudadanos libres, pensantes e independientes de ataduras, que mantienen una dignidad y orgullo nacional comprometidos en un solo objetivo común: México siempre soberano, independiente, lindo y querido.
El tema aquí no se agota. Hay mucho más. Y los mexicanos deben conocerlo.

(nota tomada de blogotitlan.com)

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