Monday, January 31, 2011
Porfirio Muñoz Ledo, 'La invasión silenciosa'
Editorial de El Universal
Dice un adagio surgido del autoritarismo ancestral “el que manda, manda, y si se equivoca, vuelve a mandar”. Lo recuerdan las sucesivas apariciones de la señora Clinton en el escenario fratricida de la guerra declarada aquí en seguimiento de una estrategia de “seguridad regional” concebida en el Norte. Nos conmina a proseguir en esa vía, aunque de toda evidencia sea desastrosa.
La secretaria de Estado proporcionó a Calderón palmadas en la espalda que más parecieran empellones al país. Decretó una extensión a la Iniciativa Mérida y espetó que México no tiene otra alternativa que “continuar la lucha contra el narcotráfico, a pesar de la violencia que se registra”. Añadió que “debe ser el objetivo de cualquier administración (que se instale en el 2012), independientemente del partido político”. La matanza en los bueyes del vecino y la conculcación descarada de soberanía.
Tras el telón condescendiente de la “admiración, respeto y confianza” al Ejecutivo mexicano, están las evidencias del absoluto desprecio de las agencias estadounidenses hacia nuestras Fuerzas Armadas, servicios de inteligencia y autoridades civiles. Al término de la visita, se produjeron notorios atentados, y España redondeó la lista de países que desaconsejan a sus nacionales visitar el nuestro, entre los que se cuentan Bélgica, Alemania, Francia, Portugal, Reino Unido, El Salvador y Honduras.
En junio pasado, un informe de la ONU ascendió a los “insurgentes” encapuchados a la categoría de “superpotencia del crimen”, en tanto que el Congreso de EU los llama ahora “terroristas internos”, lo que justificaría la alerta máxima del Pentágono, mientras oficiales del Ejército mexicano “observan como inminente la llegada de tropas estadounidenses al país por la demanda de los sectores castrenses más duros de la Defensa Nacional”. Aseguran que la invasión silenciosa está en marcha.
Las operaciones verdaderas están ocurriendo en niveles subterráneos. Según los especialistas, “la intervención norteamericana ya está ocurriendo… cuando las instituciones mexicanas se agoten, ellos tendrán que responder directamente” (Guillermo Garduño). “Mientras se generen vacíos estratégicos, los norteamericanos los van a ocupar. Ellos sí tienen claro qué quieren de nosotros” (Abelardo Rodríguez).
La revista Contralínea cita a militares en activo que sostienen: “La guerra contra el narcotráfico está siendo manipulada desde Estados Unidos para desembocar en una intervención militar, como único recurso ante el caos que reina en el territorio nacional”. Sostienen que tratarían de aminorar los costos sociales y políticos a través de dos vertientes: en lo interno, la del terror, “por la que se buscaría que la propia sociedad mexicana demande más seguridad sin importar el origen de la ayuda”, y en lo externo, la “humanitaria” por la propaganda que “convencería a la opinión internacional de que la intervención es necesaria ante actos criminales que han superado al Estado mexicano”.
Sospechan combinaciones perversas que contribuyen a incrementar la sensación de impotencia pública. Así, los ataques con carros bomba que “pudieron no ser obra de las bandas de narcotraficantes y es probable que no hayan sido perpetradas por mexicanos”. Aseguran que “no es el modus operandi de los cárteles, ni de los grupos armados con reivindicaciones políticas”. Un divisionario añade que abrigan “inquietud ante la desestabilización del país y las acciones del gobierno que, más que contenerla, parecen propiciarla”.
Afirman que Estados Unidos “no sólo es el principal responsable del narcotráfico, al ser el mayor consumidor de sustancias prohibidas en el mundo, así como el mayor exportador de armas a los cárteles y a los ejércitos, sino que ese país —o algunas facciones de su gobierno— fomenta la guerra con el narcotráfico como negocio y como estrategia desestabilizadora”. De otro modo, no se explica el entrenamiento de militares de distintos países que luego controlan las operaciones, se infiltran en el crimen organizado o participan en golpes de Estado.
Contra esta amenaza se alzan voces de ex presidentes de la región y eminentes personalidades que claman por una solución distinta que conjure el peligro. Pero sólo podrá impedirlo una reacción enérgica de la sociedad que conduzca a la reconstrucción del Estado.
Diputado federal del PT
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